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María: Ni represora, ni corrupta, ni asesina

Por: Rodolfo Cortés Calderón

Precisamente es de esa María, la antítesis de lo que dice el titular de este escrito de la que queremos hablar: La mujer sencilla y humilde, campesina y pastora, solidaria y amorosa,

refugiada y migrante. La esposa del carpintero José y la madre del verdadero liberador de la humanidad: Jesús de Nazaret.

La María que para los cristianos garantiza la grandeza de su hijo Jesús. La amorosa y respetuosa fe en Dios; el Dios judaico; el Dios de la Vida. Por eso los profetas bíblicos escribieron tantas maravillas sobre ella.

Analicemos algunos textos del Nuevo Testamento sobre la esencia de María:

Al enterarse a través del ángel Gabriel que sería la madre de Jesús, dijo María con suficiente humildad e imbuida de un profundo amor: “Yo soy la servidora del Señor, hágase en mi tal como has dicho”. Lucas 1, 38.

Y María a pesar de su estado de preñez, fue hasta las serranías de Judá donde estaba Isabel, su prima, preñada de 6 meses y en un gesto de solidaridad y desprendimiento la cuidó por tres meses hasta que nació JUAN el que después sería el Bautista.

Pero al llegar María a la casa de Isabel ésta le dijo: “Bendita tú eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. ¿Cómo he merecido yo que venga a mí la madre de mi Señor”. Lucas 1, 42-43 y ella le contestó con la bella oración que se llama el Magníficat que no tiene nada que ver con reinados terrenales, ni con riquezas, ni coronas de oro, ni vestimentas finas, ni templos suntuosos, ni poder militar, pero que exalta la figura humana y sencilla de María: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, porque se fijó en su humilde esclava, y desde ahora todas las generaciones me llamarán feliz. El Poderoso ha hecho grandes cosas por mí: ¡Santo es su Nombre! Muestra su misericordia siglo tras siglo a todos aquellos que viven en su presencia. Dio un golpe con todo su poder: deshizo a los soberbios y sus planes. Derribó a los poderosos de su trono y exaltó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su siervo, se acordó de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, a Abraham y a sus descendientes para siempre. Lucas 1, 46-55.

Posteriormente en todo el Capítulo 2 del evangelista Mateo podemos leer sobre el sufrimiento de la familia nazarena mientras eran perseguidos por el poder militar herodiano que pretendía matar a Jesús siendo recién nacido y toda la familia huyó a Egipto por muchos años.

Después vino la vida, obra y testimonios de Jesús hasta la muerte por el poder romano de él y la mayor parte de sus discípulos. Si es cierto que en la cruz donde murió Jesús se leía en un rótulo INRI, que significa Jesús Nazareno Rey de los Judíos. Esto no porque Jesús se proclamaba rey, sino que lo escribieron los romanos como mofa.

Esta manipulación de Jesús y María como rey o reina y hasta emperador o emperatriz nos llega desde los tiempos cuando el “cristianismo cupular” se prostituyó en tiempos del Concilio de Nicea, año 327, que reunió cerca de 300 obispos dirigido por el papa Silvestre I aliándose al poder en favor del Imperio Romano, eran los tiempos del emperador Flavio Valerio Aurelio Constantino (272-337 d. C).

Varios de los papas anteriores a Silvestre I, murieron como mártires cristianos, perseguidos, reprimidos y asesinados por los diferentes emperadores, aunque algunos también se aliaron al Imperio.

A María como madre de Jesús se le venera y estima en varios lugares del mundo con diferentes nombres, pero es la misma MARÍA histórica de nuestra semblanza. Se le conoce en México como Guadalupe, en Venezuela como Coromoto, en Nicaragua como La Inmaculada, en Yugoslavia como MEDJUGORJE, en Portugal como Fátima, en Cuba como Caridad del Cobre y en Honduras como Suyapa, teniendo como fecha central el 3 de febrero.

A Suyapa desde 1925 el papa Pio XII la nombró Patrona de Honduras, que debería ser Matrona, pero en los tiempos del dictador golpista y violador de la Constitución, el general Oswaldo López Arellano en 1969, le asignó a María de Suyapa el rango de capitana general de las fuerzas represoras y golpistas, una verdadera estupidez y burla que como cristianos no podemos entender. Vaya usted a creer semejante barbaridad de la cual la Conferencia Episcopal, CEH, calló. Además no debemos olvidar que López Arellano y los militares estuvieron de facto en el poder del Estado desde 1963 hasta el 1982.

Nos desagrada, entonces, que con unas Fuerzas Armadas tan asesinas, represoras, corruptas y violadoras de la Constitución se quiera comparar la dignidad de esta mujer, madre de Jesús, que es todo un símbolo de fe para el cristianismo.

02 de Febrero de 2018.

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